2/1/10

La Llibreria 22 de Girona


JOSEP MARIA FONALLERAS
Alguien dijo que librería era sinónimo de libertad. No tienen exactamente la misma raíz, pero se les supone. Es decir, que allí donde haya un libro, muy probablemente habrá un lector libre dispuesto a ejercer su libertad: de engrandecer espacios, de hallar respuestas o, simplemente, la libertad de pasar un buen rato inmerso en una ficción que, a la postre, le será más real que la verdadera realidad. Es fácil decir y escribir todo lo anterior. Lo difícil es mantener un oasis de libertad como este a lo largo de 30 años.Es lo que acaba de pasar en Girona, en la calle de Hortes 22, donde, un octubre de 1978, unos cuantos locos de atar decidieron invertir en algo tan intangible y tan poco rentable como una librería. Se llama 22, una manera bastante discreta de bautizar un negocio, por llamarlo de alguna manera. Podían haber pensado en Shakespeare y en toda la compañía, pero decidieron que la cosa se identificara por su número, sin más, como una conocida marca de galletas de cuando yo era pequeño.Hace 30 años, yo no era exactamente pequeño, pero sí un adolescente que no podía imaginar que esos dos dígitos iban a ser tan importantes en mi vida. Un número que significa "estamos aquí, en esta calle y en un local que nos habla de un dos y otro dos. No debes saber nada más. Solo que aquí hay libros y libertad". Han pasado 30 años y algunos ya no están y todos estamos ya un poco maduros, por llamarlo de alguna manera. En la 22, nos hemos hecho mayores y un poco más sabios. Hemos charlado, ahí, y hemos escuchado. Nos hemos reído y, a veces, hemos llorado. Lo celebramos en un otoño teñido de ocre, como entonces.
Publicat en "El Periódico" el 24/10/08

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